domingo, 18 de mayo de 2014

No es solo fútbol



Fernando Torres fue el primer beso del Cholismo. Fue la primera historia de amor en rojiblanco del nuevo siglo, y sucedió en Albacete, con el Carlos Belmonte detrás del telón. Porque, evidentemente, la primera historia de amor del Cholismo no podía nacer bajo focos y glamour, y Castilla tenía el componente castizo con el peso justo como para hacer que la mezcla haya resultado perfecta. Corría el minuto 80 y el Atleti estaba con el agua al cuello. Sevilla, Betis y Tenerife no dejaban margen al error, y el equipo entonces entrenado por Carlos García Cantarero necesitaba un gol para seguir vivo en la pelea por el ascenso a Primera División. Siete minutos llevaba en el césped Fernando Torres en el que era su segundo encuentro con la camiseta del primer equipo, cuando Iván Amaya colgó la pelota desde la banda derecha dirección segundo palo. Fernando se coló a la espalda de la defensa, y con un cabezazo medido puso el 0-1 definitivo que mantenía vivas las esperanzas de ascenso. El niño, a la postre, sería la única noticia positiva en una temporada en la que el goal average dejó fuera a los rojiblancos de una primera división a la que, doce meses después, ya con Torres asentado y Luis Aragonés en el banquillo, regresarían.

Fernando Torres fue la bandera de ese regreso. La gran esperanza. El verdadero talento para el club en un momento de necesaria reconstrucción después de dos años en el infierno.  Sin embargo, fueron temporadas complicadas para el Atleti, en las que el club conseguía mantenerse en mitad de tabla de forma continuada, algo que, desde luego, estaba lejos de lo que la entidad, por historia y tradición, debía de ofrecer. Las circunstancias eran demasiado desfavorables para las aspiraciones de un futbolista de la proyección de Fernando Torres, y con 22 años puso rumbo a Inglaterra para jugar a las órdenes de Rafa Benítez en el Liverpool. Sus caminos se separaron, y el fuenlabreño inició entonces una exitosa etapa en la Premier League, mientras que el Atleti comenzó un camino creciente en lo deportivo bajo la regeneración en la posición de delantero centro. Agüero, Forlán, Falcao y Diego Costa. En el viaje, los colchoneros lograron ganar dos veces la Europa League, una la Copa del Rey y dos la Supercopa de Europa, tres de estos trofeos bajo la dirección de Diego Pablo Simeone. El Cholo dirigió por primera vez el 7 de enero de 2012, en encuentro de liga frente al Málaga.

El Atleti había caído eliminado, un par de semanas antes, en la primera ronda que disputaba de Copa del Rey -cosas del destino- frente al Albacete. Asenjo, Juanfran, Godín, Miranda, Filipe Luis, Gabi, Paulo Assunçao, Diego Ribas, Koke, Adrián y Falcao no consiguieron remontar el 2-1 que el conjunto manchego logró en el Carlos Belmonte en el partido de ida, y aquel 0-1 en el choque de vuelta fue la puntilla para Gregorio Manzano, que dejó paso al técnico argentino. La historia, desde entonces y hasta hoy, nos la sabemos de carrerilla, pero quizá lo más bonito de todo es que no había hecho falta ganar para que el sentimiento hacia esa trayectoria fuese ya, de forma unánime, de brutal reconocimiento. 

Por eso lo que ha pasado en las últimas semanas merece el apelativo de gesta.

Cuando llegas a Stamford Bridge ni siquiera sabes que lo has hecho, una vez bajas del metro y caminas por Fulham Road. Entonces, en una bocacalle te dicen que mires a la izquierda y allí está, al final de una ligera cuesta y sin levantar del suelo ni la mitad de lo que habías imaginado. Es un campo de pequeñas dimensiones en el que miles de hinchas de Jose Mourinho gritan hasta la extenuación, apoyando a algunos de los mejores jugadores del mundo. En aquella caja de cerillas encendida los aficionados atléticos vieron como, desde el córner reservado para la afición visitante en la grada sur, la chica de su primer beso se marchaba con otro. Cualquier otro jugador que les hubiese costado 60 millones de euros podía marcar aquella tarde, pero lo hizo Fernando. Eso no es solo fútbol. Era Stamford Bridge, era la Copa de Europa, y era su chica bailando con otro, pero cuando se hizo de noche el marcador decía que 1-3, y que los de rojiblanco a la final. Aquello fue una gesta. 

Cuando Koke se coló entre piernas blaugranas y miró a la izquierda, no tuvo a quién pasársela. Diego Costa corría como una flecha por el sector izquierdo y era opción de contragolpe peligrosísimo, pero tuvo que pararse. Cambio y lágrimas. El máximo goleador del equipo, el alma ofensiva del Atleti, tenía que marcharse antes de tiempo del partido que debía de darles un título que habían sudado semana tras semana. El murmullo en el gallinero del Camp Nou aún no había cesado, cuando los aficionados colchoneros tuvieron que ver a Arda Turan en la misma tesitura. Cambio y lágrimas. El partido iba 0-0 y los del Cholo eran campeones, pero la sensación era de abatimiento. Sensación que se acrecentó cuando, de repente, Alexis Sánchez coló un gol imposible. El Atleti había jugado mejor, pero se marchaba al descanso sin sus dos mejores hombres ofensivos y con un marcador que les hacía morir en la orilla. Eso no es solo fútbol. Era el Camp Nou, era Leo Messi y la Copa la tenían ellos, pero cuando el árbitro silbó tres veces la Liga era rojiblanca. Aquello fue una gesta.

No, el Atlético de Madrid no solo ha ganado la Liga de fútbol.

El Atlético de Madrid del Cholo Simeone es, ya, un guión de Spielberg, un estribillo de Extremoduro, Baudelaire contra el mundo en las orillas del río Sena, es Abebe Bikila descalzo por las calles de Roma o Rafa Nadal haciendo llorar a Federer. El "partido a partido" no es solo fútbol porque, quizá sin querer, se ha convertido en un mensaje de vida. Para el escritor que nunca ha publicado un libro, para el cantante que nunca ha sacado un disco, para el currito que no tiene trabajo, para el guitarrista que no sabe tocar la guitarra, para el obeso de talla 38, para la madre sin hijos. El Atlético de Madrid del Cholo Simeone será eterno porque, simplemente, se ha convertido en un mensaje de contradicción hacia el que niega ser capaz de hacer algo. Lo han hecho jugando mejor al fútbol que nadie, sí, pero esto no ha sido solo fútbol, porque la inspiración de muchos a veces está en ese guión de Spielberg, en ese estribillo de Extremo, en ese poema de Baudelaire, en esa carrera de Bikila, en ese golpe de Nadal, y a partir de ahora, estará en el esfuerzo del Atlético de Madrid del Cholo Simeone. 

Mis más sinceras felicitaciones.

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