miércoles, 4 de junio de 2014

Neymar y su 10


Decir que Panamá era el rival es una lectura demasiado plana a nivel de sensaciones. Es cierto que la selección dirigida por Hernán Darío Gómez presentó poca oposición una vez la canarinha se adelantó en el marcador, pero lo que transmitió Neymar hace que el partido inaugural de la Copa del Mundo frente a Croacia tome un aroma de ilusión especial, un aura de expectación que solo despiertan los más grandes. Decir que el rival era Panamá es, quizá, una lectura tan plana como decir que Neymar y Messi no pueden jugar juntos. Es evidente que dos futbolistas de su comprensión del juego y su talento para desarrollarlo sí pueden potenciarse y hacer que un equipo sea ganador con los dos sobre el césped. La cuestión es que parece imposible que ese plan sea gracias a lo genuino que representan, al máximo nivel de ambos, al 100% de los dos. Sinceramente, se me había olvidado lo bueno que es Neymar, porque parece complicado que en el Barcelona, con el aura de Messi rondando por el terreno, consiga ese índice de participación, de toques, que le llevan a estar "caliente", a que las jugadas fluyan con tanta continuidad, a que su juego sea tan decisivo como lo son sus aptitudes. No creo que sea un problema de espacio -un buen plan táctico puede hacer que se reparta el terreno de forma que ambos alcancen un buen número de recepciones en posiciones ventajosas-, ni de egoísmo -si Neymar quisiera los focos para él no habría ido al equipo de Leo Messi-, si no más bien de naturaleza. Los dos son demasiado buenos, demasiado autosuficientes, y para que les veamos en su máxima esencia, necesitan tocarla en todos los ataques. Eso hizo Neymar contra Panamá, y jugó a tal nivel que ese partido del próximo jueves contra Croacia espera con los brazos abiertos a un chico que puede poner el campeonato del mundo patas arriba.

La Brasil de Scolari tiene algunos conceptos muy claros. Dos centrales con muy buena salida de pelota, uno con gran inteligencia posicional (Thiago Silva), y uno tan alocado que es capaz de llegar a cruces inverosímiles (David Luiz), con un tipo en el medio que equilibra la transición defensiva y la salida de pelota (Luiz Gustavo). Dani Alves y Marcelo tienen la obligación de jugar en campo contrario, de producir cerca del área rival. A medio camino, Luiz Gustavo estará acompañado por Paulinho o Ramires, mientras que Hulk aprovechará su tremenda pegada para sumar gol tras sus potentes diagonales, Oscar (o Willian, veremos), hace de enganche y de elemento de presión alta, con Fred como 9 al que se le pedirá producción, no solo goleadora, sino también en cuanto a generar espacios y darle pelotas de cara a los que vienen detrás. Todos tienen un cometido definido, menos el que lleva el 10. Neymar sale al campo y la toca en cualquier zona de tres cuartos, tira faltas, regatea, tira caños y sombreros ante la exclamación de la grada, y por supuesto, produce. Hace goles -como el de falta ante Panamá-, da últimos pases -como el taconazo en el gol de Hulk-, o los penúltimos -como en el gol de Willian-. Es el 10 y para atacar hay que pasársela a él, y claro, él, que es muy bueno, podrá parecer despistado -como pareció en los 10 primeros minutos-, pero cuando se da cuenta de que está en Brasil y que le idolatran, podrá clavar una falta por la escuadra, encender al público y creerse Pelé. Hay muchos motivos por los que tengo ganas de ver el mundial, pero el primero, partido inaugural en el horizonte, es ver a Neymar y su 10.

No hay comentarios:

Publicar un comentario